sábado, 9 de agosto de 2008

LA MÍSTICA BUDISTA

Tiene mucho sentido hablar de los caminos de mística que nos propone el budismo, netamente diferenciados de las propuestas que nos hace el cristianismo u otras tradiciones religiosas.

Digamos primero que el budismo propone una posición agnóstica a quien se adentra en la búsqueda de su identidad y de su realidad espiritual. Esta posición implica que sólo tiene realmente validez lo que cada buscador puede vivenciar y experimentar. Alejado de la creencia y de la fe, para el budismo el camino espiritual es realización espiritual personal, es actualización de las potencialidades que todos, por el hecho de ser seres humanos, poseemos en nuestro interior. Todos los seres humanos somos divinidad y somos Consciencia, somos budas. Estos aspectos de nuestra esencia irán actualizándose en nosotros a medida que nuestra identidad profunda vaya emergiendo, como consecuencia de nuestra realización espiritual. No hay un dios salvador, no hay agentes externos que, por sí solos, puedan ser determinantes en nuestro proceso espiritual, aunque efectivamente puedan influir en él. El viaje espiritual que propone el budismo es el viaje desde la ignorancia inconsciente hasta la Consciencia, desde el individualismo hasta la compasión-amor solidarios con todos los seres, desde la dualidad “yo frente a los demás” hasta las unidad y unanimidad con todo el universo, donde sin perderse las características individuales relativas del yo éste queda completamente transcendido en un espacio donde todos los seres son esencias indiferenciadas de Consciencia y Vacuidad, donde todos los seres son uno en la unanimidad de la Consciencia Cósmica.

Es en este marco donde el budismo entiende el devenir espiritual del ser humano, es en este contexto donde el budista accede a su experiencia mística. Porque la mística es simplemente la vivencia-experiencia de nuestra propia identidad profunda. Es la experiencia de la Vacuidad y de la Consciencia de la que somos manifestación.

Evidentemente la experiencia mística tiene grados de vivencia hasta profundidades sin límite, pero la experiencia mística, en mayor o menor grado, es accesible a todos nosotros, porque en realidad sólo es la experiencia profunda de nosotros mismos, el maravilloso hallazgo de nuestra identidad última, allí donde sólo existe espacio sin límites, y silencio, y claridad mental, y discernimiento y luminosidad, y compasión y amor imparciales…

Debemos abandonar, por errónea, la idea que a veces tenemos de que la expresión de la experiencia mística, es arrebato, paroxismo, conmoción, enajenación, abandono, o alejamiento de la realidad que nos toca vivir. ¡No! La experiencia mística se manifiesta en quietud, gozo, ecuanimidad, armonía con el fluir de la vida, en concordia con los acontecimientos favorables y adversos que nos toca vivir, en la sana alegría de los corazones expandidos. Todos nosotros podemos acceder a la experiencia mística, porque la experiencia mística es el paulatino descubrimiento de lo que en realidad somos, descubrimiento que necesariamente nos traerá el reflejo de la Vacuidad y Consciencia que constituyen nuestra esencia. No es fácil que la experiencia de Vacuidad y Consciencia plenas sea permanente en nuestro vivir diario, pero nuestro camino espiritual está jalonado de chispazos de despertar o chispazos de mística que nos traen saltos evolutivos irreversibles.

Por ello, no concebimos otra manera de vivir la espiritualidad que en el camino de la mística, que es ir dándonos cuenta de que no somos sino en otra realidad superior, de que siendo en esta forma, en este cuerpo, en este espacio y en este tiempo, somos manifestación de la no forma, del no cuerpo, del espacio ilimitado y de la realidad atemporal que constituyen la Vacuidad y la Consciencia.

Para el budismo la experiencia mística por excelencia es la vivencia de la Vacuidad, que es espacio ilimitado desde donde todo surge. La Vacuidad budista es creadora, inabarcable, insondable, inaprensible e inexpresable; es la experiencia de la nada y del todo, de la plenitud, del dinamismo inmóvil, del silencio sonoro, es la creación no creada.

Y vacíos deberemos ser nosotros para recibir a la Consciencia, para encontrarnos con nuestro ser espiritual profundo. Vacuidad para el budismo es desapego de toda forma egóica, de todo anhelo perturbador. Para poder acceder a la Vacuidad, para poder empezar a tener vivencias místicas tendremos que limpiar primero todo nuestro inconsciente acumulado, desbrozar nuestro camino interior, derruir y desescombrar nuestra vieja casa de ignorancia e inconsciencia y quedar vacíos, vírgenes para que la consciencia entre en nosotros por su propio poder. Citamos otra vez al maestro Eckhart que afirma que: “Estar vacío de todo lo creado es tanto como estar lleno de Dios”. Y nosotros budistas afirmamos que estar vacíos de todo egoísmo, estar libre de todo apego, es tanto como estar despiertos, es tanto como ser plenitud de Consciencia y Vacuidad.

Este es el camino de mística que nos presenta el budismo. El camino es vivir con plena conciencia, con plena presencia nuestra realidad física y material y espacio-temporal, para poder acceder así a nuestra realidad espiritual.

Vivir con plena presencia lo cotidiano es la llave que nos abre la puerta de la sabiduría interior, es el acceso a los contínuos descubrimientos con los que el camino espiritual nos sorprende. Vivir desde la presencia requiere restaurar la conexión con nuestro interior tantas veces perdida, vivir desde nuestro propio eje, sabiendo quiénes somos y no identificándonos ni dejándonos arrastrar emocionalmente por todas las circunstancias y pensamientos que nos acechan. En otras tradiciones religiosas se le ha llamado recogimiento o retiro interior y en palabras del maestro Eckhart: “El verdadero retiro significa que el espíritu permanece tan inconmovible ante todo lo que le pasa, agrado o pena, honra o vergüenza, como una ancha montaña permanece quieta dentro del viento”.

El gran instrumento que el budismo propone para integrar la actitud de presencia en nuestro modo de vivir es la meditación, que en un nivel profundo nos puede ofrecer auténticas experiencias místicas y que en su estadio inicial nos enseña a mirar cuantos pensamientos pasan por nuestra mente y sensaciones por nuestro cuerpo. Del mirar sistemático surge el darse cuenta o un estado de conciencia básico y de ahí viene el comprender profundamente cada una de nuestras actitudes, reacciones, automatismos, emociones perturbadoras… La consecuencia directa del comprender profundamente es la liquidación natural o autoliquidación de nuestro cuerpo emocional acumulado, la limpieza o autolimpieza de nuestro inconsciente. Cuanto más se limpia nuestro inconsciente más preparados estamos para la experiencia interior, para la experiencia mística. La meditación es, por esta razón, una herramienta fundamental en el camino de la mística que el budismo nos propone.

Fuente http://lacomunidad.elpais.com/kefer3/2007/12/25/la-mistica-budista-mistica-la-vida-cotidiana

No hay comentarios: